lunes, 13 de junio de 2016

Los Pájaros: Tu imágen en un poema...

Hará un par de meses que lancé en mi Página de Facebook un concurso en el cual los usuarios podían subir una imágen compitiendo por mayor cantidad de votos. A la imágen ganadora yo le habría de escribir un poema inspirado en ella.
La imágen ganadora en dicho concurso fue la que acompaña este poema. La modelo se llama Amelia Godoy, y es de Honduras.

viernes, 18 de marzo de 2016

De paria a cimarrona, Mayte Alvarez

Hace poco recibí desde España, el libro "De paria a cimarrona". Es una obra de mi guapísima, admirada, y ahora más que nunca respetada amiga, Mayte Álvarez.
El libro es breve, ágil, y sincero. La narración es personal. Bastante humana. Y muchos calificativos más que solo podrían ser los mejores.
Pero no les voy a decir el contenido de este libro, sino lo que ahora pienso de él: Aunque su narración es personal y arranca con un testimonio intimo de la autora, el muy acertado titulo no hace sino recordarnos el poder de restaurarnos, de levantarnos tras la caída, y la posibilidad de llegar a ser triunfadores después de la abyección.
Cuando veas el libro "De paria a cimarrona", no pienses solo en una mujer. Piensa en la vida. Piensa en la sociedad. Porque de eso se trata: este libro es un retrato de una persona clama ¡Basta!.

Comprar este libro (Altamente recomendado): 
 

sábado, 20 de febrero de 2016

Lloras, patria amada (Honduras)

Yo soy hija del suelo 
Mi padre me forjó en el infierno
Y mi madre me cubrió de floresta
Para engalanar mi deshonra
Bulle dentro de mi alma
El fango del estupro
Que es vergüenza heredada
Y cadena que me impide alcanzar mi valor soberano
Tu eres una reina gritan mis hijos
Y me reclaman soberana
Pero mismo que ultrajó a mi madre
Alza la mano para sofocar el clamor de mis vástagos
Ese verdugo se nombra mi hijo
Pero no honra a su madre
Antes bien sus acciones envilecen mi nombre
Y borra de una pasada cualquier atisbo de esperanza
Tal parece que esto es un ciclo
De amargura, de dolor, de vergüenza
Un ciclo en el que el padre se refleja en el hijo
Pero la deuda la percibe la madre
Ha de cobrar acción un día la metempsicosis
Que transforme a mi alma inerme
En ave fugaz y etérea
Que remonte el alto vuelo
Más allá de la gloria que vaticinó para su madre el poeta.

viernes, 29 de enero de 2016

Las mujeres son como el agua

Raya el alba
Y salta ella alegre
Con el brillo del sol matutino en sus mejillas
Es arroyo cristalino que corretea lúdico entre los breñales
Y es una dicha, una conmoción, contemplar ese milagro que prevalece 
Ascendiendo al paso de las horas
Hasta convertirse en río portentoso de riberas frescas y fecundas
Donde bulle la vida, y nace el erotismo de los mancebos
Que intentan zambullirse en su fuente cálida y olímpica
Entonces llega la metamorfosis
Y he ahí que puede ya manifestarse al mediodía como una playa de océano reposado
Inmenso y reposado
O como abrupta bahía que pugna
Por derrotar la sólida voluntad de la tierra
De modo que ambas manifestaciones son respectivamente capitulación anunciada y presagio de una derrota tras la batalla
Por lo que al llegar la tarde algunas son estanque de vergel que ostenta nenúfares floridos
Y otras, agua rumorosa de fuente de paseo de enamorados que se prometen la vida y se disputan el último "teamo"
Entonces cae la noche y algunas reposan alimentando la tierra con su aliento venerable
Lejos ya de los primeros saltos de aquella mañana
En tanto que otras flotan en silencio arrastrando los jirones de su gloria ancestral,
Tan dignas como un daguerrotipo epicospal
No obstante, pese a permanecer o consumirse, cada una lleva en sus esencia el flujo de la vida que las ratifica como aliadas de la Providencia

martes, 26 de enero de 2016

Mi mayor aspiración

Mis aspiraciones
Que se contabilizan por millones
Al verte sucumbir
Ante las opresiones
Se reducen con apremio
A verte sonreir

lunes, 25 de enero de 2016

Libre

Mírame
Dime lo que ves
Si piensas que estoy loco
Sí, crucé la linea de lo racional
Mírame 
Dime lo que ves
Si crees que la mente perdí
De hoy en más tan libre seré como un animal

sábado, 23 de enero de 2016

La última esperanza

Querida:
Reconozco mi derrota ante la evidencia del daño que te he causado, y por tanto, no pretendo socorrer mi inocencia sino expiar mi culpa con el castigo de la verdad.
De un modo humano, ruin y vergonzoso como solo la imperfección de mi humanidad puede perpetrar, destrocé la ilusión inmemorial de la felicidad del amor que la vida y tu bondad hicieron crecer en tu corazón. ¿Y qué puedo alegar? No puedo ni quiero pues encuentro mayor solaz en el escozor de mi corazón arrepentido que en un perdón conquistado con engaños.
Y ciertamente, hasta ahora todo te parece una mentira. Las promesas de reconquista, las promesas de enmienda, las promesas de eterna devoción. Todo hasta ahora ha sido un paraíso de oropel, y no te queda nada en que creer.
No obstante, allá en el más oscuro rincón de mi alma una lánguida luz se aferra a su último aliento, y con ella pretendo iluminar nuestro futuro pues la luz que hasta ahora me sostiene en pie en esta derrota es la sinceridad con que te imploro otra oportunidad. No porque la merezca sino porque la necesito. No porque sea egoísta y busque mi felicidad (retenerte) sino por responsabilidad pues creo (vale más que aun creo en mi porque nadie más lo hará) que te debo una dicha labrada con mis manos, con mis buenas acciones, con la consagración de mi existencia. Una dicha atendida en el día a día como una planta exquisita.
Y aunque ahora, cansada de promesas (falsas promesas pensarás en tus adentros), podrías decretar que nunca más has de creer, ten la tranquilidad de que esto no tal. No es un promesa sino una súplica desesperada.
Y no soy yo (el hombre) quien habla sino el niño de nobles sentimientos que habita en alguna parte de mi ser, el niño que con la misma intensidad que monta un berrinche se arroja al suelo llorando compungido por el dolor causado al ángel de sus amores. No es el hombre mortal e imperfecto quien habla sino la semilla divina, el germen del bien que aún bulle dentro de mí, esa tenue luz que los vientos adversos amenazan extinguir.  
Esta, pues, es la verdad; que esta carta contiene mi última esperanza para vivir o morir (y no es un dramatismo porque, ¿qué muerte es peor sino la del alma?), y con ella pongo en tus manos el destino de mi vida. Por tanto, nunca fue mejor dicho “siempre tuyo”. 

—Bayardo de Campoluna—

viernes, 22 de enero de 2016

El principio del fin es el principio

En un mundo absurdo y paralelo
Donde el viento fondea en su puerto
Y las aves andan por el suelo
Donde el amor causa más daño que el odio
¡Vaya contrariedad!
Usted y yo que tanto nos amamos
El día entero nos pasamos
Evitando acércanos
Por temor al adiós que se asoma al iniciar

“Para que nada nos separe que nada nos una.”

jueves, 21 de enero de 2016

Etéra y fugaz

Vea como son las cosas.
El amor puede ser correspondido, o no, sin dejar de ser.
Porque el amor existe, en esencia y en concepto.
No obstante, en el amor correspondido hay dicha, y esperanza, y valor para enfrentar el incierto porvenir.
Del mismo modo, yo sin usted sigo siendo yo, vacuo, desolado como un retrato en sepia, pero yo a fin de cuentas.
Sin embargo, ¿Qué clase de vida puede llevar alguien que carece de aquello que más ama, y que constituye en sí la vida misma?
Quizás ni se lo imagina y yo no le deseo este mal.
Entonces no se sorprenda si me ve apagado porque aun siendo un ente aparte, no soy sino satélite de la luz de sus ojos, del resplandor de su alma.
Y perdone usted mi arrogancia de tomar como alegoría algo tan majestuoso como el firmamento, y tendría toda la razón si llegara a preguntarse qué clase de astro podría yo ser.
La verdad es que fuera de su órbita yo no sería más que una triste roca flotando a la deriva en la inmensidad de su reino.
De modo que, no se sorprenda si me ve corvetear de alegría ante su presencia etérea y fugaz.
D.R. 2016/Bayardo de Campoluna

miércoles, 20 de enero de 2016

Soluciones

El mundo sería un lugar mejor si toda la creatividad invertida en inventar excusas se utilizara en crear soluciones.

lunes, 18 de enero de 2016

Asalto

Y un día,
Cuando menos lo esperes,
Te sorprenderás pensando en mí.

Me pasé el fin de semana intentando escribir algo. Quería algo romántico, o que al menos rozara el corazón al leerse, pero también que tuviera fuerza, contundencia, como un rayo de luz que irrumpe en la oscuridad tomando a todos por sorpresa; pero el lunes llegó y yo seguía sin escribir nada hasta que la frase misma me zarandeó sin previo aviso. Fue algo simple, y al cuestionar a las musas por la simpleza aparente del verso me ordenaron complementar la idea con el título. De modo que aquí tenemos esto “Asalto”.

sábado, 16 de enero de 2016

Paradoja

Un cielo denso y negro
Presagia una lluvia de penas
El sol que brilla es un espejismo
Y la realidad más dura que las pesadillas
Busco un lazarillo, una mano amiga
Un corazón que lata junto al mío
Una vida que transcurra sin fatigas

Un cielo denso y negro
Oculta ahora un sol de falsedades
Y en su tenebrismo encuentro
La sombra que me protege
De las tempestades
En el cielo hay un infierno, y viceversa
Un oasis de infortunios
El tormento previo al refugio del oasis

Es la juventud:
Turbación, sueño e ilusión
Es la dolencia
Hija del castigo divino del Génesis
La bien llamada adolescencia

Este poema (dudo mucho al catalogar como poemas algunos de mis escritos), es uno de varios que han surgido mientras escribo mis cuentos o novelas. Habla de la juventud, de la turbulencia que es la adolescencia, una perpetua contrariedad entre mente y corazón, una rotunda paradoja.

viernes, 15 de enero de 2016

Cool, Gwen Stephani

"Debería prohibirse o anularse cualquier cosa, motivo o circunstancia que prohíba el amor".
*Frase publicada en Facebook por el autor

martes, 12 de enero de 2016

Por quién doblan las campanas, Ernest Hemingway

Hoy empiezo a leer esta famosa novela de Ernest Hemingway y lo primero que he encontrado me encanta:

“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.”
John Donne .

domingo, 10 de enero de 2016

Cosas del idioma

El tema da para mucho, para ensayos, conferencias, para genialidades, pero yo, sólo traigo esto, como muestra de que…

Seguramente hay mucho que decir de nuestra lengua el Español pero lo cierto, lo veamos por donde lo veamos, es que es una maravilla.
Pienso en las salidas, amparo y complicidad que brinda a los artesanos de la palabra, desde los más serios e ilustres, hasta los más bausanes como su servidor.
Esto viene por el hecho de haber visto una calcomanía en el parachoques de un carro que decía "Si crees que conduzco mal, tócame el pito".
En Honduras, el pito es el claxon, pero la mayoría entiende que también se refiere al órgano genital masculino. Y frases con doble sentido, son posibles gracias a la amplitud y riqueza de nuestro idioma.
El mensaje que vi en el parachoques me recordó una frase que le dije a una amiga una vez: Si siente que la vida se te hace polvo, ¡Gózala!

Cosas del idioma, como decían en Bienvenidos.
 

jueves, 7 de enero de 2016

Ama al hermano y es como un amigo

Esto también podria llamarlo "nada personal".
Me asombran, me dan pena, me incomodan, esas personas que claman a los cuatro vientos en las redes sociales por un amigo que sea como un hermano pero no hacen nada por ser verdaderos amigos de sus hermanos. ¡Hipocritas! Candil de la calle, oscuridad de la casa.

martes, 2 de septiembre de 2014

Himno a la Granadera

Ya se ve, Patria mía, en tu oriente
Nuevo sol esparcir claridad,
Ya podemos con vez reverente
Pronunciar: Dios, Unión, Libertad.

Cambiarán ya tu vida y tu suerte,
Un solo hombre tus hijos serán
Ya entre ellos no habrá guerra o muerte
Y dichosos tu bien labrarán.

Ya podrás alcanzar pura gloria,
De tus próceres sueño tenaz
Y el laurel de tu esplendida historia
Sera signo de triunfo y de paz.

¡Salve, Patria! Tu hermosa bandera
Luce al viento, del cielo el color
A su sombra juramos doquiera
A vencer o morir por tu honor.

—Rómulo E. Durón

domingo, 27 de julio de 2014

Desamor en cadena

La habitación estaba en silencio. En la sala una joven hermosa dormía la siesta acostada en el sofá. A su lado, un señor leía a la luz del ocaso que se filtraba por la ventana. El hombre parecía absorto en la lectura, pero de cuando en cuando extendía la mano para estirar la sábana que cubría el cuerpo moreno de la mujer, o para retirar del rostro de la durmiente algún rizo que se le atravesaba cuando se movía. Cada vez que el anciano atendía a la joven, ésta hacía un gesto de molestia y más de una vez logró atrapar a ciegas la mano intrusa. Pero al hombre no parecía importarle. Seguía leyendo e interrumpiendo la lectura para acariciar a la mujer.
El hombre se levantó un par de veces para espantar un pájaro que picoteaba la ventana. Lo espantó susurrando, tratando de no despertar a la dama cuyo sueño él guardaba. Y siguió leyendo. Y mientras leía siguió atendiendo con ternura a la mujer. Ella siguió fingiendo dormir aun cuando la lluvia se precipitó estruendosa sobre el edificio. Una vez más el hombre se levantó para cerrar las ventanas y se aseguró de que nada perturbara el sueño de su amada.
El hombre seguía leyendo, y la mujer durmiendo cuando la lluvia cesó por completo y los ruidos del apartamento vecino inundaron el ámbito silencioso de la morena durmiente y su eterno enamorado.
Una mujer gritó "no" y a la protesta le siguieron risas y gritos ahogados que insinuaba una persecución en el apartamento de al lado, y a la persecución siguieron la rendición y la entrega, y a la entrega el placer.
—¿Podrías dejar de hacer tanta bulla de una vez? —la morena arremetió en contra del anciano. Sentía un nudo en la garganta y la furia se reflejaba en sus ojos. El anciano dejó la lectura y la miró confundido. Entonces, sintiendo un dolor agudo en su pecho, sabiéndose no correspondido, contestó: —No sé de qué hablas. El único que está haciendo ruido es el vecino; ¿lo oyes? Parece que lo está pasando bien. El anciano le guiñó un ojo a la morena. Ella se volvió a recostar pero permaneció con los ojos abiertos fijos en el techo. En el apartamento contiguo los vecinos seguían haciendo de las suyas, gritando y gimiendo sin pudor mientras en su apartamento la morena seguía deseando mandar a todo el mundo al carajo. Poco antes de las ocho todo volvió a quedar en silencio. La morena le pidió al señor que fuera al supermercado por un poco de pan para la cena y le dio lo que hacía que él permaneciera cada día a su lado con su lealtad de perro viejo: un beso. A penas el anciano salió a la calle la morena fue al apartamento contiguo. Cuando el vecino abrió la puerta la morena gritó enfurecida: —Me habías prometido no volver a estar con nadie sino conmigo...

miércoles, 26 de febrero de 2014

La insoportable saciedad del vacio

Pueden ustedes llamarme como quieran. Soy un don nadie nacido bajo el signo de piscis: un signo de soñadores melancólicos con muchas ilusiones frustradas. Soy hijo único. Por tanto, al irme de este mundo no quedará nada de mí excepto esta historia.
No tengo muchas cosas que decir; y lo que ahora escribo es lo mismo de principio a fin pero con cierta cantidad de detalles cuyo propósito es aliviar mi alma.
Nunca conocí a mi madre. Ella se marchó de casa cuando yo era tan solo un niño de ocho meses. Todo mi respaldo en la vida fue mi padre y él siempre soñó con verme casado, encabezando una familia feliz. Sin embargo, los sueños no siempre se cumplen.
No soy psicólogo pero sospecho que el abandono de mi madre fue el origen de mi desgracia con las mujeres. Ustedes dirán que estoy loco y que exagero: para ustedes es fácil puesto que siempre han tenido todo.
Pero no le guardo rencor a mi madre. Es más, la perdoné antes de saber que moralmente tenía el derecho a reprocharle cualquier cosa. Y lo hice porque muy pronto en mi vida descubrí que no hay nada mejor y más bello que la mujer.
La primera dama que me hechizó con su encanto no era guapa en realidad, pero era una de las pocas chiquillas de mi aldea que podían tener más o menos mi edad. Así que sin saber cómo me enamoré de ella. No obstante, ella no estaba para amores y mis intentos por acercarme hicieron que me rechazara, y que transmitiera su malestar para conmigo a las otras niñas de la aldea y algunas de la escuela. Entonces yo era tan pequeño que no me importó. Pero en quinto grado ya era lo suficiente mayor para sentir coraje y cada vez que una muchacha, como todas, quizás para no sentirse inferior a las demás, me rechazaba, yo buscaba con quien provocar sus celos y demostrarle que no era la única. Pero por lo general, el refugio que había escogido también se tornaba hostil y no quedaba para mi amor un solo rincón donde sentirse bienvenido.
Y la lucha se repitió constantemente hasta la adolescencia cuando empezaron a surgir algunas doncellas que algo debieron ver en mí porque sin que yo las buscara, ellas se acercaban y se entregaban por entero y sin condición aparente. Sin embargo yo no estaba acostumbrado a sus embelesos ni quería acostumbrarme por lo que actuaba como si nada y aquellas mujeres no recibían ni amor ni amistad: sólo placer.
Entonces se corrió la voz entre las mujeres de todas las edades y condiciones, de que conmigo no había ataduras de ninguna clase. Y que mi probada discreción garantizaba una aventura libre de consecuencias desastrosas. Que yo era una especie de amante perfecto.
Cuando lo supe me sentí halagado. Pero una de aquellas insensatas me bajó de la nube gritándome en la cara que yo era el amante perfecto por el simple hecho de que nadie creería que ellas se acostaban conmigo. No sé por qué: sin ser feo ni tonto, al parecer todo el mundo daba por hecho que nadie pondría los ojos en mí.
El día de la graduación fui el único que no llevó novia ni esposa. A pesar de haber buscado entre mis amigas y amantes ocasionales quien me acompañase, todas dijeron tener llena su agenda y no podían compartir uno de los días más importantes de mi vida. Yo lo interpreté como que ninguna estaba dispuesta a sacrificar su imagen pública al lado de un looser como yo.
Fue un día sombrío. Me sentí indignado viendo como desde temprano el teléfono no paró de sonar por las llamadas de aquellas cínicas de vientres voraces y corazones vacíos que me deseaban felicidades, y prometían agasajarme tan pronto nos encontráramos. Yo juré vengarme: cuando nos viéramos las trataría con la mayor vileza que mi dolor pudiera concebir. «Serán, más que nunca; carne de abyección», pensé.
Y mis pensamientos me llevaron por los abismos de la locura interior en la que maquinaba humillarlas sexualmente, satisfaciéndome con ellas como quien se desahoga en un retrete sin detenerse a pensar en nada más que terminar. Y de este delirio pueril mis emociones degeneraron en un rencor sordo y atroz haciéndome desear llevarlas a un lugar apartado como los que su búsqueda de discreción las hacia preferir y ahí acabar con su existencia para que algún día fuesen encontradas en el desamparo de la muerte, como lo que eran, mujeres traidoras e hipócritas, inertes en un cuarto de hotel cual mujerzuelas asesinadas por sus proxenetas; (y me veía a mí mismo sobre ellas, estrangulándolas con mis manos, mirándolas a los ojos, percibiendo en ellos la súplica de frenar la tortura de mis garras, preguntándose por qué estaba sucediendo aquello, buscando en su memoria algún motivo, sin imaginar que día a día, con sus gemidos y arrebatos de lujuria ellas se llevaban en sus entrañas mi dignidad negada por los dioses, después de lo cual yo no era nada para ellas hasta que el deseo volvía a picarles en algún escondrijo de su intimidad.) Y me espanté ante aquellos sentimientos porque yo nunca los había sentido. Con o sin amor, para mí, las mujeres siempre habían sido la máxima creación divina y en todo lo que hicieran me habían dado algo sí. Entonces decidí que lo mejor era tomar lo que me dieran sin ilusionarme ni esperar nada más que el sudor de sus cuerpos, la presión de muslos y los ahogos de su alma.
Por tanto debía ensanchar el número de mis conquistas para no sentirme solo entre un encuentro y otro. Y decidí poner en venta todos los bienes heredados de mi padre para juntar fortuna y recorrer el edén en busca de mujeres, ya no anhelando encontrar una que me amara sino todas cuantas pudiera. Así recorrí el mundo, frecuentando bares, iglesias y escuelas. Todo lugar donde hubiera mujeres era mi hogar y la vida se me fue de cama en cama y de piel en piel; conociendo las culturas de la tierra a través del comportamiento femenino. Y fueron días intensos en un periplo extenuante que me hizo perder la noción del tiempo y nada importaba más que la búsqueda de aquello que seguía faltando en mi corazón. Sin embargo, durante mi viaje alrededor del mundo conocí mujeres que me hicieron considerar quedarme a su lado pero nunca lo hice por temor a que mientras yo intentaba montar campamento en sus vidas, ellas recogieran sus bártulos y me dejaran solo como perro abandonado. Pero hubo una en especial, una encantadora joven de mejillas rosadas y labios mimosos que me invitó a su vida; y estaba dispuesta a apostar su juventud a mi favor, compensando los quince años de diferencia con su amor divino; pero ella y yo no pensábamos igual. Ella miraba hacia delante y yo miraba hacia el pasado. Ella miraba nuestra vida juntos rodeados del amor de hijos y nietos mientras yo recordaba a aquellas sedientas esposas jóvenes casadas con señores ancianos que buscaban consuelo en mi cama y sospeché que alguna vez, tal vez no entonces ni en los diez o quince años venideros, ella también encontraría un Ismael dispuesto a dedicarle el servicio que yo le había brindado a otras. Llegué a quererla tanto que el sólo imaginar aquello me hizo estremecer. Entonces me alejé de ella y seguí mi camino ocupado en la persecución de algo que llenara el vacío de mi vida. Y así fueron pasando los años en una absurda búsqueda aquello que siempre tuve y nunca pude reconocer, hasta ahora que yazgo postrado en esta cama donde me propongo morir y ser encontrado algún día en el abandono de la muerte.