viernes, 29 de enero de 2016

Las mujeres son como el agua

Raya el alba
Y salta ella alegre
Con el brillo del sol matutino en sus mejillas
Es arroyo cristalino que corretea lúdico entre los breñales
Y es una dicha, una conmoción, contemplar ese milagro que prevalece 
Ascendiendo al paso de las horas
Hasta convertirse en río portentoso de riberas frescas y fecundas
Donde bulle la vida, y nace el erotismo de los mancebos
Que intentan zambullirse en su fuente cálida y olímpica
Entonces llega la metamorfosis
Y he ahí que puede ya manifestarse al mediodía como una playa de océano reposado
Inmenso y reposado
O como abrupta bahía que pugna
Por derrotar la sólida voluntad de la tierra
De modo que ambas manifestaciones son respectivamente capitulación anunciada y presagio de una derrota tras la batalla
Por lo que al llegar la tarde algunas son estanque de vergel que ostenta nenúfares floridos
Y otras, agua rumorosa de fuente de paseo de enamorados que se prometen la vida y se disputan el último "teamo"
Entonces cae la noche y algunas reposan alimentando la tierra con su aliento venerable
Lejos ya de los primeros saltos de aquella mañana
En tanto que otras flotan en silencio arrastrando los jirones de su gloria ancestral,
Tan dignas como un daguerrotipo epicospal
No obstante, pese a permanecer o consumirse, cada una lleva en sus esencia el flujo de la vida que las ratifica como aliadas de la Providencia

martes, 26 de enero de 2016

Mi mayor aspiración

Mis aspiraciones
Que se contabilizan por millones
Al verte sucumbir
Ante las opresiones
Se reducen con apremio
A verte sonreir

lunes, 25 de enero de 2016

Libre

Mírame
Dime lo que ves
Si piensas que estoy loco
Sí, crucé la linea de lo racional
Mírame 
Dime lo que ves
Si crees que la mente perdí
De hoy en más tan libre seré como un animal

sábado, 23 de enero de 2016

La última esperanza

Querida:
Reconozco mi derrota ante la evidencia del daño que te he causado, y por tanto, no pretendo socorrer mi inocencia sino expiar mi culpa con el castigo de la verdad.
De un modo humano, ruin y vergonzoso como solo la imperfección de mi humanidad puede perpetrar, destrocé la ilusión inmemorial de la felicidad del amor que la vida y tu bondad hicieron crecer en tu corazón. ¿Y qué puedo alegar? No puedo ni quiero pues encuentro mayor solaz en el escozor de mi corazón arrepentido que en un perdón conquistado con engaños.
Y ciertamente, hasta ahora todo te parece una mentira. Las promesas de reconquista, las promesas de enmienda, las promesas de eterna devoción. Todo hasta ahora ha sido un paraíso de oropel, y no te queda nada en que creer.
No obstante, allá en el más oscuro rincón de mi alma una lánguida luz se aferra a su último aliento, y con ella pretendo iluminar nuestro futuro pues la luz que hasta ahora me sostiene en pie en esta derrota es la sinceridad con que te imploro otra oportunidad. No porque la merezca sino porque la necesito. No porque sea egoísta y busque mi felicidad (retenerte) sino por responsabilidad pues creo (vale más que aun creo en mi porque nadie más lo hará) que te debo una dicha labrada con mis manos, con mis buenas acciones, con la consagración de mi existencia. Una dicha atendida en el día a día como una planta exquisita.
Y aunque ahora, cansada de promesas (falsas promesas pensarás en tus adentros), podrías decretar que nunca más has de creer, ten la tranquilidad de que esto no tal. No es un promesa sino una súplica desesperada.
Y no soy yo (el hombre) quien habla sino el niño de nobles sentimientos que habita en alguna parte de mi ser, el niño que con la misma intensidad que monta un berrinche se arroja al suelo llorando compungido por el dolor causado al ángel de sus amores. No es el hombre mortal e imperfecto quien habla sino la semilla divina, el germen del bien que aún bulle dentro de mí, esa tenue luz que los vientos adversos amenazan extinguir.  
Esta, pues, es la verdad; que esta carta contiene mi última esperanza para vivir o morir (y no es un dramatismo porque, ¿qué muerte es peor sino la del alma?), y con ella pongo en tus manos el destino de mi vida. Por tanto, nunca fue mejor dicho “siempre tuyo”. 

—Bayardo de Campoluna—

viernes, 22 de enero de 2016

El principio del fin es el principio

En un mundo absurdo y paralelo
Donde el viento fondea en su puerto
Y las aves andan por el suelo
Donde el amor causa más daño que el odio
¡Vaya contrariedad!
Usted y yo que tanto nos amamos
El día entero nos pasamos
Evitando acércanos
Por temor al adiós que se asoma al iniciar

“Para que nada nos separe que nada nos una.”