martes, 26 de enero de 2016

Mi mayor aspiración

Mis aspiraciones
Que se contabilizan por millones
Al verte sucumbir
Ante las opresiones
Se reducen con apremio
A verte sonreir

lunes, 25 de enero de 2016

Libre

Mírame
Dime lo que ves
Si piensas que estoy loco
Sí, crucé la linea de lo racional
Mírame 
Dime lo que ves
Si crees que la mente perdí
De hoy en más tan libre seré como un animal

sábado, 23 de enero de 2016

La última esperanza

Querida:
Reconozco mi derrota ante la evidencia del daño que te he causado, y por tanto, no pretendo socorrer mi inocencia sino expiar mi culpa con el castigo de la verdad.
De un modo humano, ruin y vergonzoso como solo la imperfección de mi humanidad puede perpetrar, destrocé la ilusión inmemorial de la felicidad del amor que la vida y tu bondad hicieron crecer en tu corazón. ¿Y qué puedo alegar? No puedo ni quiero pues encuentro mayor solaz en el escozor de mi corazón arrepentido que en un perdón conquistado con engaños.
Y ciertamente, hasta ahora todo te parece una mentira. Las promesas de reconquista, las promesas de enmienda, las promesas de eterna devoción. Todo hasta ahora ha sido un paraíso de oropel, y no te queda nada en que creer.
No obstante, allá en el más oscuro rincón de mi alma una lánguida luz se aferra a su último aliento, y con ella pretendo iluminar nuestro futuro pues la luz que hasta ahora me sostiene en pie en esta derrota es la sinceridad con que te imploro otra oportunidad. No porque la merezca sino porque la necesito. No porque sea egoísta y busque mi felicidad (retenerte) sino por responsabilidad pues creo (vale más que aun creo en mi porque nadie más lo hará) que te debo una dicha labrada con mis manos, con mis buenas acciones, con la consagración de mi existencia. Una dicha atendida en el día a día como una planta exquisita.
Y aunque ahora, cansada de promesas (falsas promesas pensarás en tus adentros), podrías decretar que nunca más has de creer, ten la tranquilidad de que esto no tal. No es un promesa sino una súplica desesperada.
Y no soy yo (el hombre) quien habla sino el niño de nobles sentimientos que habita en alguna parte de mi ser, el niño que con la misma intensidad que monta un berrinche se arroja al suelo llorando compungido por el dolor causado al ángel de sus amores. No es el hombre mortal e imperfecto quien habla sino la semilla divina, el germen del bien que aún bulle dentro de mí, esa tenue luz que los vientos adversos amenazan extinguir.  
Esta, pues, es la verdad; que esta carta contiene mi última esperanza para vivir o morir (y no es un dramatismo porque, ¿qué muerte es peor sino la del alma?), y con ella pongo en tus manos el destino de mi vida. Por tanto, nunca fue mejor dicho “siempre tuyo”. 

—Bayardo de Campoluna—

viernes, 22 de enero de 2016

El principio del fin es el principio

En un mundo absurdo y paralelo
Donde el viento fondea en su puerto
Y las aves andan por el suelo
Donde el amor causa más daño que el odio
¡Vaya contrariedad!
Usted y yo que tanto nos amamos
El día entero nos pasamos
Evitando acércanos
Por temor al adiós que se asoma al iniciar

“Para que nada nos separe que nada nos una.”

jueves, 21 de enero de 2016

Etéra y fugaz

Vea como son las cosas.
El amor puede ser correspondido, o no, sin dejar de ser.
Porque el amor existe, en esencia y en concepto.
No obstante, en el amor correspondido hay dicha, y esperanza, y valor para enfrentar el incierto porvenir.
Del mismo modo, yo sin usted sigo siendo yo, vacuo, desolado como un retrato en sepia, pero yo a fin de cuentas.
Sin embargo, ¿Qué clase de vida puede llevar alguien que carece de aquello que más ama, y que constituye en sí la vida misma?
Quizás ni se lo imagina y yo no le deseo este mal.
Entonces no se sorprenda si me ve apagado porque aun siendo un ente aparte, no soy sino satélite de la luz de sus ojos, del resplandor de su alma.
Y perdone usted mi arrogancia de tomar como alegoría algo tan majestuoso como el firmamento, y tendría toda la razón si llegara a preguntarse qué clase de astro podría yo ser.
La verdad es que fuera de su órbita yo no sería más que una triste roca flotando a la deriva en la inmensidad de su reino.
De modo que, no se sorprenda si me ve corvetear de alegría ante su presencia etérea y fugaz.
D.R. 2016/Bayardo de Campoluna