El amor puede ser correspondido, o no, sin dejar de ser.
Porque el amor existe, en esencia y en concepto.
No obstante, en el amor correspondido hay dicha, y
esperanza, y valor para enfrentar el incierto porvenir.
Del mismo modo, yo sin usted sigo siendo yo, vacuo,
desolado como un retrato en sepia, pero yo a fin de cuentas.
Sin embargo, ¿Qué clase de vida puede llevar alguien que carece
de aquello que más ama, y que constituye en sí la vida misma?
Quizás ni se lo imagina y yo no le deseo este mal.
Entonces no se sorprenda si me ve apagado porque aun siendo
un ente aparte, no soy sino satélite de la luz de sus ojos, del resplandor de
su alma.
Y perdone usted mi arrogancia de tomar como alegoría algo
tan majestuoso como el firmamento, y tendría toda la razón si llegara a
preguntarse qué clase de astro podría yo ser.
La verdad es que fuera de su órbita yo no sería más que
una triste roca flotando a la deriva en la inmensidad de su reino.
De modo que, no se sorprenda si me ve corvetear de alegría
ante su presencia etérea y fugaz.
D.R. 2016/Bayardo de Campoluna